El misterio de la vocación
Hemos escuchado la palabra vocación al menos una vez en nuestras vidas y la relacionamos inmediatamente con alguna profesión en especifico. La vocación, como tal, tiene un significado profundo ya que el protagonista es Dios junto con el ser humano y los dos llevan a cabo un actuar divino -divino, en cierta forma ya que se realiza la inspiración de Dios en el hombre y el hombre tiene un nuevo modo de vivir su realidad-, será así, como el significado de la vocación se amplia a partir del misterio de Dios. Entonces ¿Qué es la vocación? La vocación es un acontecimiento misterioso en el cual el ser humano, dialogando con Dios adquiere conciencia de una misión situada históricamente y se compromete en una respuesta concreta. La vocación transforma las ideas, los deseos y la voluntad del hombre para que viva de acuerdo al Evangelio.
¿Qué no es la vocación? La vocación no es solo una autorealizacion del hombre, ya que quedaría como algo meramente egoísta y el otro seria visto como un medio por el cual yo me pudiera realizar. La vocación no es, tampoco, una opción altruista en la que la persona dedique su vida a hacer puras obras de caridad sin sentido porque seria un acto de bondad sofocado por una intención de sacar algún provecho. La vocación no es, tampoco, algo “Sagrado” (en un sentido incansable) o de parte de Dios para sus elegidos, sino que Dios nos llama a todos por igual a realizar su voluntad. Estas formas de no llevar a cabo la vocación generan en el hombre un insatisfacción porque al final de cuentas se vería frustrado en realizar sus propios ideales. Dios llama y nos llama a vivir en plenitud, poniendo nuestros talentos y nuestros dones al servicio de los demás en los distintos modos de vivir o vocaciones especificas.
La vocación, como ya se ha mencionado, es un encuentro de Dios y el hombre en cualquier lugar y momento de su vida; Dios sale hacia el hombre con la fuerza de su Palabra que es creadora, sanadora y redentora, en la persona de Jesus, que es su Palabra encarnada, y del Espíritu Santo, que es su Palabra inspirada, para llamar al hombre a la plenitud de su vida. Dios en su infinito Amor que ha creado al hombre a imagen y semejanza suya y así como Dios de la nada y en su plena libertad lo ha creado, le ha dado libertad para que conozca el verdadero y auténtico Amor – que es fecundo, fiel, libre y pleno- y así, en el Encuentro de Dios, pueda optar por Él como su opción fundamental.
Ante la capacidad de libertad que el hombre tiene, éste puede optar por no elegir por el proyecto que Dios le ha mostrado o incluso resistirse hacia él. Esto es lo mas normal dentro de la experiencia de la vocación, es mas, la mayoría de todos los llamados por Dios no quisieron seguir su proyecto y querían realizar sus propios sueños, es ahí donde el hombre puede ejercer lo que desea, arriesgando su decisión hacia sus propios deseos y no los deseos de Dios. Dios jamas lo abandonara y estará con él a pesar de sus decisiones. El proyecto de Dios que tiene para cualquier hombre en particular es sin duda la mejor opción que tiene, porque dentro del misterio de la vocación, el hombre descubre que para eso ha nacido y desea dar su vida hacia lo que Dios desea, no como una imposición sino como una invitación a la trascedencia.
Podemos llegar a decir que la vocación requiere de un discernimiento donde el hombre se conozca a sí mismo y conozca a Dios. El discernimiento es el conocimiento de los conocimientos propios ya que lo que se quiere conocer es el “¿Por qué?” de su vida, un “¿Por qué?” se mira a partir de la propia persona -historia de vida, sentimientos, emociones, deseos, talentos, virtudes etc.- y mira
hacia Dios que da respuesta a todas esas interrogantes. La vocación un acontecer que engloba toda la historia del ser humano, un Dios que lo acompaña en los momentos de alegría, felicidad, plenitud, realización y también de resistencia, sufrimiento, dolor -que son inevitables para cualquier humano- pero ahora desde la óptica de Dios como principio y fundamento de su vida.