La vocación frente a la profesión
¿Cuál es la diferencia?
Una cosa es saber el precio de las cosas y otro es saber el valor de las cosas, afirmaba Oscar Wilde. Actualmente podríamos equiparar la profesión al precio de la vida, mientras que la vocación es el valor de la vida. El mundo ceñido al dinero en el cual vivimos nos reclama tener una carrera intelectual para poder generar dinero; a mayor capacidad de preparación mayor capacidad de adquisición.
Por otra parte, la vocación es aquello que se mensura con el corazón. Es que aunque se escuche contradictorio, corazón y matemáticas, números y afectos, sentido y cálculo; nos damos cuenta que la única unidad de medida para la vocación es el corazón. Ya diría Pascal que hay razones del corazón que la razón no entiende.
Al establecer esta doble distinción entre profesión y vocación podemos ubicar que la profesión es un oficio que se desempeña para ganarse la vida. Lo cual no tiene nada de malo, pues en ella se manifiesta la gracia de Dios y se concreta para santificarse, especialmente en la vida de los laicos. Pero la vocación de un profesionista no es su carrera, su vocación es: el matrimonio, la vida a la soltería (estados de vida que pertenecen a la vida laical), la vida consagrada y religiosa, la vida sacerdotal. Estás vocaciones no se pueden adquirir, como lo es en la profesión, con un test profesional, con un cuadro psicológico de habilidades.
La vocación se parece más a un barco con radar, que navega en un mar con neblina, el mar de la vida; entre borrascas sólo escucha el sonido del radar y puede ver cómo le guía hacia el camino verdadero, no el camino que lleva a la felicidad, sino el camino que te hace feliz mientras lo recorres. Jesús que es el camino, la verdad y la vida (Cf. Jn. 14, 6).
Es así que, si se quiere descubrir la vocación, es necesario ejercitarse en el gimnasio de la fe, cuyo ejercicio fundamental y permanente es la oración, porque sólo la oración podrá abrirnos los ojos para ver el paso de Dios frente a nuestro tiempo, el cual interpela y desacomoda, porque al final de cuentas los planes de Dios vienen a desordenar nuestros planes, un desorden y caos que se convierte en armonía.
Ante esta aventura surge el miedo, lo cual es totalmente normal, pero en la medida que tratamos con este amor que nos ama, se acrecienta la confianza, la confianza engendra el amor y el amor el servicio. Pues bien, la vocación es servicio y el servicio es el atajo más antiquísimo que nos lleva a encontrar nuestra verdad y el servicio mismo es el camino de la felicidad, no la que se alcanza, sino la que se disfruta a cada paso que das.
-Luis Ramón Mendoza López
In hoc signo vinces