La vocación laical
5 ejemplos que ayudarán a tu vocación como laico
Creo que todos alguna vez, dentro de la Iglesia, hemos escuchado el que alguien diga la palabra laico. Por explicarlo de manera sencilla diremos que es toda persona bautizada.
El bautismo, sacramento común de todos los fieles de Cristo.
Todos los que creemos en Jesús recibimos de él la llamada a la evangelización, que se nos da a través del bautismo. La vocación específica no hace más que ayudarnos a perfeccionar ese seguimiento a través de la vivencia de la caridad. El laico toma de esa llamada común del bautismo una ocupación especial: la ordenación de las realidades temporales al Reino de Dios. No es que los laicos se ocupen de las cosas del mundo y los sacerdotes y religiosos se ocupen de la Iglesia, no existe división ni exclusión. Se trata más bien de un aceto sobre una de las realidades.
Estar en el mundo pero sin ser del mundo
Todo cristiano pertenece al mundo y a sus realidades, se dice “se nace al mundo antes de nacer al cristianismo”, sin embargo, con la vocación bautismal, nos sentimos movidos a implicarnos también -aun más profundamente que en esta realidad- en las realidades eternas, celestiales. El laico es aquel cristiano que se mete de lleno a las realidades principales del mundo y las protagoniza para, con la mirada puesta fijamente en Dios, modelarlas conforme al Reino. El laico, inmediatamente implicado en el mundo, pone el énfasis de su servicio a Dios en las realidades intramundanas “sazonándolas” con la sal de la tierra (cf. Mt 5,13).
Las ocupaciones específicas del laico
La apertura al mundo que caracteriza a los laicos se sitúa específicamente en tres realidades: el matrimonio, la economía y al política. En la primera, el hombre y la mujer llevan su atracción natural y mutua al plano de la gracia, dando testimonio de la unidad en el amor que es propia de Dios y con su constante apertura a la vida y a la comunión. En su implicación en el gobierno del mundo a través de la política abona a la humanización de ese ámbito de la vida humana, el laico se compromete a través de la política a cambiar estructuras de poder en favor de el bien común. En su protagonismo con la economía se preparan las condiciones esenciales para que el mensaje evangélico pueda ser captado por todos los hombres.
La asociación laical
Es tanta riqueza de la que es poseedora la vocación de los laicos lleva a que se diversifique su acción y sus servicios: los hay mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, intelectuales y obreros y demás diferencias dentro de la misma comunidad eclesial. La asociación de los laicos es un lugar propio que debe cultivarse cada vez más dentro de la Iglesia para que sirva de canal donde se comunican experiencias y anhelos comunes, preocupaciones y proyectos para cambiar las realidades de este mundo, según la voluntad de Dios.
Muchas veces podremos encontrar información sobre lo que es la vocación del laicado y ante esto puedo decir que se entiende conforme se va viviendo de forma profunda ¿qué quiero decir con esto? Que básicamente no son solo conceptos fríos que se tienen en la cabeza, son conceptos que se llevan a la vivencia dentro del apostolado y el testimonio de vida. Ofrecemos a continuación algunos ejemplos que pueden servir de guía para ilustrar en la vivencia cotidiana la intención por cambiar las realidades de todos los días:
El amor de madre e hijo
Cuando una madre cambia a su bebé de pañal la verdad es que, si preguntas a tu madre, lo más probable es que ella te diga que a pesar de que tenía ese sentimiento de disgusto ella lo hacía con cariño. Incluso puede sonreír porque ella aprendió a vivir aquello cotidiano con el amor indispensable en su situación y creciendo cada vez más en ese amor de madre e hijo.
Básicamente el laicado es ese amor puesto en las actividades cotidianas. Lo cotidiano lo vas llevando a más mientras nuestro amor se perfecciona en aquellas responsabilidades de toda persona. Ya sean de manera académica, en la familia, en cualquier ámbito de tu vida de una forma sencilla anuncia el gran amor de Dios. Testificando con la vida y siendo luz encendida en su testimonio, que no se limita sólo con su hijo, sino que es así para con todos es como algunos laicos viven. De la misma manera, al final del día, algunos serán políticos, otros serán reporteros, algunos más serán encargados de la docencia, incluso madres de casa.En cualquier profesión o lugar, la vocación del laico no se limita -sino que se expande- en la medida que se ama más.
Mi profe de matemáticas
En una ocasión vi a un profesor de matemáticas el cual, cuando yo lo veía en clase, él siempre explicaba las matemáticas de una forma simple, sencilla. Bajo todo tema decía “este se llama el tema fácil”, y era lo más complicado. Luego de un tiempo veo que eso es dar plenitud a partir de donde yo estoy en este momento, hacer de lo ordinario lo mejor con la pasión y el alma puesta en la realidad. Jesús nos llama, pero no nos pide que dejemos al mundo, sino que en el mundo le demos plenitud a aquella realidad, con un corazón puesto siempre en el servicio, ordenándolo todo para Dios.
¿Árbol o planta?
Muchas veces cuando no comprendemos ciertas cosas es necesario verlas en la naturaleza, ya que Dios habla mediante ella. Creo que la mayoría hemos visto a un árbol o alguna planta. Ellas nos ayudan a entender que no es que una planta sea más que otra o un junco menos que un árbol, sino que cada una de ellas es bella para Dios y así tal cual es con su esencia y su propósito tiene la misma dignidad. Todos nosotros no somos menos que un sacerdote o consagrado. Tal vez en el laicado soy una planta, y no se me pedirá que sea un árbol. Solamente me toca responder como yo sé hacerlo, es decir, como una planta. Con la vocación es lo mismo, respondemos a Dios mediante lo que Él nos llame, porque al final del día dentro de esa vocación es donde Dios quiere que seamos eternamente felices.
Un mono de sal
Alguna vez, leyendo un libro de Leonardo Boff, me encontré una historia breve que él escribe. Básicamente consiste en que un monito de sal trata de comprender el mar con una pregunta, pero luego se da cuenta que el mar le habla. El monito de sal, mientras más se cuestiona y trata de llegar a un sentido, se va haciendo parte del mar hasta que termina por disolverse totalmente en el mismo. Dentro de nuestras realidades podemos observar que sería totalmente contrario creer que el laicado es un odio al mundo; es más bien hacer del mundo, con nuestro testimonio, algo mejor.
Como vemos este es un ejemplo del propósito del laico dentro del mundo. Hemos de llegar a ser como este pequeño monito de sal que, tratando de entender el mar, se hizo parte de él. El laico es como el mono de sal y el mar como Dios. El laico entiende su compromiso mediante va siendo parte de Dios. Ser servidor, así se es parte de Dios.
Nosotros entendemos al mar en la medida que damos algo de nosotros mismos. Cuando damos es cuando entendemos que el compromiso ya no es sólo una obligación más bien, un vivir en el amor de la vocación.
Bibliografía:
Giorgio Campanini En Diccionario de la Pastoral Vocacional. Sígueme.