María en la vocación
María, “influencer” vocacional
Escrito por: Joel Francisco Márquez Zaldívar
No cabe duda de que Jesús es el centro de la vocación cristiana, pero démonos cuenta de que el perfecto Sí de Cristo, a cumplir con la voluntad del Padre, no hubiera sido posible sin el “he aquí la esclava del Señor” de María. Su presencia es inseparable en la vida de Jesús y en la vida de todo discípulo del Señor. Ella fue la primera y más perfecta discípula de Jesús. Ella es la luz que guía, no podemos apartar la mirada de ella si queremos responder el llamado que Dios nos hace.
Debemos de centrar nuestra todo ser en María, si queremos comprender la verdadera vocación de todo cristiano. Su condición de gracia inigualable no debe de desmotivarnos en el buscar parecernos a ella. En realidad, podemos imitarla en lo que nos parezca más sencillo a cada uno, por ejemplo, en alguna de sus virtudes o en el amar y seguir a Cristo como ella lo hizo.
Su vocación está completamente unida a la misión de Cristo, como Madre suya, claro, pero también como discípula y por último como Madre de toda la Iglesia. La vocación de María no se trata sólo de algunos acontecimientos en su vida, sino que abarca toda su vida desde principio a fin.
Por ello a continuación, tienes estos momentos de la vida de María para comprender mejor el gran ejemplo que Dios nos dio en ella.
Momentos ejemplares de la vocación de María
Su vocación.
En el llamado que Dios le hizo podemos analizar el esquema de la vocación. Primero experimentó la manifestación del plan de Dios, luego sintió la confusión del llamado, después la explicación de la petición (la pregunta) y por último la respuesta. Aquí vemos que Dios siempre busca el diálogo, lo hace a través de alguien más, pero son sus propias palabras las que el mediador, en este caso el Ángel, pronuncia.
Dios quiere que sea un diálogo sólo entre María y Él, no da la posibilidad de pedir ayuda a otros, de posponer o explicar la respuesta. El discernimiento y la respuesta implican al yo, íntegro, espíritu, alma y cuerpo.
- Su misión.
Decirle a Dios que sí, con fe, es un don de Dios para la vida de los demás, porque el abrirse a Dios implica abrirse también al prójimo. María, inmediatamente, se pone en camino a ver a su prima Isabel. No se trata de un viaje de cortesía sino un viaje con la misión de llevar a Cristo al mundo.
- Un testimonio vivo.
María se deja llevar por la llamada que aceptó, no se hace un lado, comprende que el haber dicho sí implicaría un cambio, ya no se trataba de la joven María, sino que se trataba de la Madre De Dios. Ella nos enseña que para poder escuchar a Dios debemos de ser personas de silencio y no sólo de habla sino también de corazón.
- El sufrimiento.
Luego de ser perseguidos y rechazados, María se da cuenta del sufrir que implica su vocación de ser madre de Jesús. Y al escuchar las palabras de Simeón, impulsado por el Santo Espíritu, reconoce que experimentará heridas, pero que está llamada a vivir ese dolor que salvará al mundo.
- El desconcierto y el reencuentro.
Para los apóstoles, lo que sucedió en la Pascua era algo nuevo, pero María ya lo había vivido. Cuando se les pierde Jesús en Jerusalén, sus corazones se encontraban llenos de angustia y temor, y al encontrarlo hubo confusión. Ante esta confusión responde Jesús no con una explicación, sino con una pregunta que busca que María sea más consciente de los planes de Dios: “¿Por qué me buscaban? ¿No saben que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?” (Lc 2, 49). Con esto, el Hijo enseña a su Madre a seguirlo y ella se deja guiar por Él.
- Permanecer firme.
María conoce el secreto del amor de Dios, la locura de la Cruz y la sabiduría del cielo hasta que ve a su hijo colgado en un madero. Analiza la inmensidad de su vocación desde el anuncio del ángel hasta el Gólgota.
Por más duro que parezca, vemos que María no se encuentra rota por el dolor, sino de pie, junto a la cruz, no se debe a su falta de dolor sino que es porque está sostenida por la vocación que ha recibido y a la cual ha respondido libre y conscientemente. Su firmeza y su fidelidad le dan la vocación nueva de ser Madre de la Iglesia.
- Unida a Dios en comunidad.
Atenta a la voz del Espíritu Santo, siendo testigo de la resurrección y fiel discípula de Dios, Pentecostés la convierte de discípula a Maestra de todo aquel que es llamado a seguir a Cristo. Al captar el misterio de la Iglesia, María reconoce cuál es la vocación y misión de la comunidad de los discípulos de Jesús.
Seamos conscientes de todo el trabajo que realiza María, luego de vivir su vocación aquí en la tierra, hoy es madre de los discípulos de Jesús, y siendo madre no busca ser el centro, sino que nos enseña a seguir a Cristo diciéndonos: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2,5)
- Implicados con ella
Si volteamos a ver la vida y escritos de los santos nos damos cuenta de que María está presente en todos. Y esto es así porque para ser santo es indispensable aceptar a María como madre y como principal ejemplo de toda vocación.
No solo basta con celebrar las fiestas marianas con novenas o rosarios, no solo basta en cumplir la Ley y lo que nos pide la Iglesia. Se trata de imitarla, en virtudes y en actitudes. Esto es algo que todos debemos de comprender, en especial los jóvenes, para que nazca en ellos esas ganas de ser como ella.
Bibliografía:
“María” por Corrado Baggioni
“Diccionario de Pastoral Vocacional” Ediciones Sígueme.